Capítulo 32
Sergio, Cristiano, Ceci y casi todos
los demás jugadores del Real Madrid estaban en la sala de Sergio mirando el
partido de la final de Champions League, los equipos Borussia Dortmund y Bayern
Munchen estaban enfrentándose aquel día, dejando detrás a los hombres de
blanco…
Las últimas semanas habían sido
especialmente pesadas para Ceci, que había estado ocupada con un proyecto muy
grande, el diseño de un hotel que se construiría cerca del centro de la ciudad,
después de hacer los dibujos y cálculos, la castaña había hecho una maqueta que
presentó al dueño del lugar, solamente para que él le diera más
especificaciones y la chica tuviera que volver a hacer cálculos para las
terrazas, pisos superiores, albercas y demás, haciendo de aquel proyecto un
dolor de cabeza al tener que construir una cuarta maqueta tras la tercer junta,
además que ella y otro de sus compañeros en la constructora estaban a cargo de
supervisar la obra. Se podía decir que Ceci estaba preparándose mentalmente para
la siguiente junta, donde con suerte el dueño quedaría satisfecho y ella se
libraría de volver a hacer otra maqueta.
Cristiano se pasó la mayor parte de la
tarde charlando con sus amigos en el equipo mientras cogía la mano de su novia,
después de poco menos de dos años de relación, quedaba claro que aquello ya era
una costumbre, a donde quiera que la pareja iba, siempre se les vería cogidos
de las manos o al menos, se vería a Cristiano con un brazo protector sobre los
hombros delicados de la chica.
Sin imaginarse lo que le venía encima,
después de la noche que Bayern ganó la Champions League, Ceci salió con Cris,
ambos mantenían el contacto aun cuando estaban separados por trabajo, pero tras
una semana de trabajo en la constructora y una semana de partidos
internacionales, tenían temas pendientes, cómo era usual, Ceci comenzó la
conversación mientras ambos miraban las cartas en uno de los restaurantes
favoritos de Cristiano. Sin la firme vigilancia de Lou como nutrióloga del
equipo, los jugadores se tomaban más libertades a la hora de comer, aunque más
tarde el nuevo nutriólogo les diera una reprimenda (que generalmente tampoco se
comparaba con las reprimendas cómicas y sarcásticas de la castaña).
-…Entonces he tenido que volver a armar
la maqueta, quizás ésta sea la buena. – dijo Ceci justo cuando Cris miraba la
lista de vinos que el mesero había colocado a su lado sobre la mesa.
-Seguro que se siente arquitecto,
déjalo. Seguro compensa algo con la altura de ese hotel. – A pesar de que el
rostro del jugador no denotó sentimiento alguno, Ceci soltó una fuerte
carcajada, Cristiano rara vez hacía comentarios de ese tipo, pero cuando los
hacía a la castaña le resultaban extremadamente cómicos. – vale, ya… - Cris la
miró sonriente - ¿sabes que vas a pedir?
Ceci asintió mientras respiraba
profundo en un intento por vencer las carcajadas.
-Ya me hacía falta verte. – le dijo con
una sonrisa al tiempo que le cogía la mano sobre la mesa. Cristiano la cogió
entre la suya y ambos se inclinaron hacia adelante para besarse por sobre la
mesa.
Un minuto más tarde el mesero se acercó
y tomo la orden a ambos, la comida se terminó en mucho tiempo, pues la chica
comía muy despacio, el vino fue lo último en terminarse, aunque cuando se
terminó a la mesa llegó una botella de champagne rosado, Ceci se preguntó por
un instante si su novio estaba celebrando el cumpleaños de alguien y más tarde
recordó que era su cumpleaños en un par de días, no sabía a ciencia cierta si
vería a su novio ese día, pero pensar que le celebraría con anticipo ante la
posibilidad de no verse le hiso sentirse singularmente especial. De hecho,
desde que salía con él, había tenido muchas ocasiones de sentirse especial, la
trataba con dulzura y además, aunque pareciera imposible para un hombre con la
fama que él tenía, era humilde, era en verdad una persona distinta a la que
muchas veces los medios presentaban. Desde que había conocido al niño de
Cristiano, la cosa había cambiado, la relación entre ellos se había vuelto
todavía más cercana y parecían estar en la misma página, avanzando hacia el
mismo lugar a la misma velocidad.
Claro, Ceci no se había percatado de
eso, pero se sentía cómoda saliendo con él. Lo quería, lo amaba y no pensaba
que eso fuera a cambiar, aunque en su mente rara vez se aparecía la palabra
amor, ella siempre había estado demasiado ocupada para pensar en amores
pasajeros y en aquel momento su trabajo le negaba el tiempo para ponerse a
bobear.
Cristiano sirvió las copas del fino
champagne y le paso la suya a la castaña, su miraba se notaba nerviosa, aunque
Ceci pensó que era su imaginación, aquel hombre no se veía nervioso ni siquiera
cobrando un penal delante Edwin Van Der Sar.
Ceci tomó el primer sorbo de su copa
mientras Cristiano la miraba de reojo mientras saludaba a lo lejos a un
conocido que se sentaba en una mesa alejada de ellos. La castaña puso la copa
de vuelta en la mesa y observó que había algo dentro de ésta. Cristiano bebió
de su propia copa, luciendo un poco más tranquilo que antes. Ceci acercó la
copa a su rostro y se encontró con un anillo de oro blanco flotando ligeramente
casi en el fondo. Cristiano le sonrió y ella permaneció inmóvil mientras miraba
como él sacaba el anillo con ayuda de un tenedor limpio y lo secaba con cuidado
en una servilleta de tela para ponerse de rodillas frente a ella. Sin hacer más
que mirar a su novio, Ceci se quedó sentada mientras algunos de los empleados
del restaurante miraban la escena.
Sin que él hubiera terminado de
hablarle, Ceci se volteó en dirección a él y se puso de rodillas con su novio
que guardó silencio en ese momento. La castaña sonrió, haciendo un intento por
no arruinar el momento con algún movimiento torpe, le acarició el rostro a su
novio y con cuidado paso sus brazos alrededor de su cuello antes de darle un beso
corto que intentaba hacerle saber a Cris que ya tenía el sí.
-¿Esta vez no me vas a tirar a ningún
lago? – preguntó Cristiano una vez que ambos se volvieron a sentar en sus
sillas, la castaña miraba su mano disimuladamente, aún no podía creer que él quisiera
casarse con una chica torpe como ella, pero admitía que, de cualquier manera,
ella era un partidazo.
-Te puedo tirar el agua si quieres. –
respondió ella, haciendo alusión al vaso de agua que estaba frente a ella en la
mesa.
Cristiano se apartó un poco mientras
ella reía en voz baja. ¿De verdad le había dicho que sí? ¿No estaba soñando?
No. En ese momento, con esa chica que tanto trabajo le había costado conocer se
sentía feliz. Sabía que era sincera aunque algunas veces fuera difícil serlo, era
dulce y tierna, siempre parecía estar dispuesta a sonreír, aun cuando estuviera
molesta, aunque él no estuviera de buen humor también sabía cómo sonsacarle una
sonrisa, se hacía respetar y la manera en que ella reía al tropezar o tirar
algo con un movimiento le ponía de buenas. Sin duda, ella era la indicada, y
aunque sabía que antes de poner fecha a su boda cumplirían los dos años de
relación, el saber que ella también quería pasar el resto de su vida a su lado
lo llenaba de alegría.
>>Cristiano, ¿me estas oyendo? –
él la miró un instante, saliendo de su ensoñación. – Mañana debo terminar mi
presentación, deberíamos irnos.
-Claro… - él pidió la cuenta a un
mesero y poco después ambos estaban en el auto. La madre de Cristiano estaría
encantada. Ceci pensó en lo que diría su hermana, de seguro que ella ya se lo
habría imaginado, pero seguro que ninguna de sus amigas se lo imaginaba y al
enterarse Ceci estaba segura de que Mariana querría convertirse en su
planeadora de bodas. No ocurriría, pero sería bonito tener a alguien
entusiasmada y Lou de seguro se enteraría por Cristiano.
…
-Cariño, deja de moverte… - decía Mari
en voz baja a Luca mientras le cogía los brazos para pasarle la esponja por el
pecho, de los gemelos, había resultado que Luca era más activo que su hermano,
Richy pasaba la mayor parte del tiempo acurrucado en una posición.
-Richy, vamos… perder o cobertor – Kaká
intentaba al lado de Mariana meter al pequeño en la bañera sin mucho éxito.
Mariana miró a su marido mientras él mantenía una conversación de un solo lado
con su hijo, hacía tiempo que la chef había notado que a su esposo le gustaba
hablarle a los gemelos en portugués así que ya se había acostumbrado y había
aprendido bastante hasta ese momento.
Kaká por fin logró meter al niño en la
pequeña bañera de plástico, dejando la pequeña cobijita sobre una mesa cercana.
El baño casi siempre lo tomaban juntos, pero en aquella ocasión, tras haber
pasado el día en la ciudad, los niños habían terminado no sólo exhaustos sino
que además estaban sucios y Mariana para evitarles las molestas rozaduras
decidió darles un baño.
-Tu madre tenía razón, estos dos tienen
las pestañas tan largas como tú. – dijo Kaká mientras le tiraba un poco de agua
en la cabeza a Richy que se mantenía ya sentado aunque muy quieto y con los
brazos pegados al pecho.
Mariana sonrió mientras buscaba
rápidamente la toalla para secar a Luca, quién en medio del agua se movía de un
lado a otro salpicando el suelo, con los ojos bien abiertos miró a su madre
cuando ella lo cogió con cuidado y lo abrazó de forma graciosa para secarlo con
la toalla.
-En mi familia, las mujeres siempre
tenemos la razón. – dijo a su marido.
Después del baño, ambos niños fueron
vestidos con sus pijamas y después de arrullarlos por cerca de diez minutos
ambos se quedaron dormidos. Mariana insistió a Kaká en dejarlos dormir en una
misma cuna, parecía que de ese modo se quedaban tranquilos por más tiempo,
mientras que en cunas separadas a la chica le daba la impresión de que se
sentían solos. Kaká asintió y puso a Luka al lado de Richy en la cuna más
cercana a la puerta. Durante un par de minutos la pareja se quedó mirando a los
niños dormir, con los brazos alrededor de la figura esbelta de su mujer Kaká
sonrió y besó la mejilla de Mariana, ella simplemente puso su mano sobre la de
él y después ellos dos también fueron a dormir.
Al día siguiente, cuando Kaká se fue a
entrenar Mariana se quedó recargada en el marco de la puerta, los gemelos
habían desayunado ya y dormían en su carriola, la chef entró de nuevo en la
casa cuando el auto de Kaká desapareció de su vista. La chica cogió el teléfono
y se sentó en el sofá de la sala, cerca de sus hijos. Mientras la persona del
otro lado contestaba, ella se mordía una uña.
-¿Bueno? – Lou por fin contestó el
teléfono.
-¡Lou! ¡Al fin me contestas! – Mariana
dejó su mano colocada con cuidado su pierna, dejando de morderse las uñas. -
¿Cómo estás?
-Bien, ¿y tú? - Mientras las dos chicas
charlaban, Luca despertó y Mari tuvo que cogerlo en sus brazos.
-Sé que has estado muy ocupada… -
Mariana recordó en ese momento el motivo de su llamada.
A Kaká no le había gustado nada la idea
de que Mariana intentara de nuevo meterse en el asunto Gonzalo-Lou, pero Mari
había hablado del tema con su esposo y a sabiendas de que él no estaría de
acuerdo ella se había mantenido a raya por cerca de seis meses.
Ceci aún no ponía fecha a su boda, aún
después de cumplir dos años con Cristiano, la chica no parecía tener
intensiones de casarse pronto y menos le interesaba meterse en la vida amorosa
de sus amigas, ella también había expresado a Mariana su desagrado por la idea
que tenía para reunir al par. De igual manera, Mariana no había tenido
oportunidad de poner manos a la obra, después de que el Napoles se salvó de la
eliminación en la face de grupos de la Champions League los medios no dejaban
de hablar del pipita, Lou tenía bastante contacto con él y solo cuando el club
inglés para el que trabajaba le pidió que hiciera las veces de Nutrióloga para
el segundo equipo ella tuvo más trabajo, entre los hombres que ya controlaba más
los recién llegados, la selección, los chicos más jóvenes del segundo equipo y sus
consultas privadas, la chica había dejado de hablar con sus amigos hacía
aproximadamente un mes y Mariana estaba decidida a hacer algo antes de que
Lukas se le adelantara.
>> ¿Has sabido algo de Sergio? –
preguntó disimuladamente, aquella estrategia ya la conocía, siempre que
preguntaba por uno de los tres hombres (extrañamente, Sergio y Gonzalo habían
terminado por hacer amistad), Lou terminaba hablando de los otros dos y
finalizaba preguntando por Kaká, a quién rara vez llamaba directamente.
-Sergio me ha visitado la semana
pasada. – Lou le contó en tono alegre y enérgico, hacía mucho que estaba claro
que aquellos dos eran grandes amigos, pero nada más, en especial cuando se los
vio a Sergio y a su novia salir con un grupo de amigos que incluía a la
nutrióloga. – Esta más que contento con Pau, cada noche la estuvo llamando…
Sergio será un esposo maravilloso y esa chica lo sabe. – bromeó. – ¡Ah! Y no
sabes, me dijo que Cristiano y Ceci ya habían comenzado a buscar fechas para la
boda. Aunque no está claro si será en Madrid o en Madeira.
-¿Ah, en serio? – Mari puso un poco de
preocupación en su voz, su pequeño plan tenía que ser creíble.
-Sí, aunque no he sabido nada de
Gonzalo hace un par de semanas… con las fechas internacionales he estado vuelta
un desastre. – confesó.
-Ay… - Mariana fingió sorpresa y puso a
Luca en la carriola, apoyando el auricular en el hombro, llevó a los niños por
la casa hasta la cocina, pronto sería hora de que llegara la empleada que hacía
la limpieza y mientras Mari se duchaba ella siempre cuidaba a los niños en el
lugar que limpiaba primero: la cocina. La chef suspiró dramáticamente, -
¿entonces…no lo sabes?
-¿Saber qué? – Lou estaba en su oficina
del otro lado de la línea, en su pantalla del ordenador tenía una lista de
alimentos recomendados para los chicos del segundo equipo, aquellos jugadores
eran aún muy jóvenes y creían que con evitar la pizza y las hamburguesas
bastaba. Lou estaba harta de contestar a sus dudas, que casi siempre eran las
mismas, y se decidió por fin esa mañana a hacerles una lista impresa de lo que
podían comer y lo que no deberían ni ver.
-…lo- Mari se sintió culpable, pero no
quedaba otra opción, su amiga se había colocado cómodamente en el sitio de
“mejor amiga” de todos, evitando a toda costa hacerse demasiado cercana a
cualquier ser humano del género masculino, era un verdadero alivio para Lukas,
que Pongo fuera un perro. – lo de Gonzalo.
-¿Qué es lo de Gonzalo? – Lou se sentía
cansada de sonsacarle la sopa a su amiga, pero no le quedaba de otra, Mari se
hacía la diva de vez en cuando y a ella solo le quedaba seguir la corriente. -
¿Se volvió a partir la cara en un yate? – Mari se mordió la lengua desde el
otro lado de la línea, en primer lugar, no podía reír y arruinar la
“noticia”, y en segundo lugar, los
gemelos dormían plácidamente y su risa de seguro los despertaba.
-Ay, Lou… bueno fuera. – Mariana hiso
gala de sus habilidades para la actuación. – Ha tenido un accidente… - en
verdad no pensó que llegaría a necesitar una historia completa, en aquel
momento no se le ocurría nada más que un accidente de auto, así que eso fue lo
que uso. – chocó y… - volvió a suspirar, la empleada entró en la cocina en ese
momento, el delantal blanco estaba colgado en un ganchito al lado de la puerta.
Le hiso una señal con la mano y la mujer entendió rápidamente, reviso a los
niños y se puso manos a la obra.
-¿Está muy mal? – preguntó con
preocupación.
-Sí… - Mari pretendió que se le rompía
la voz mientras la empleada con el delantal atado por la cintura.
-Pero…pero… - las palabras no parecían
aparecer en la mente de la chica. – te llamo luego.
Mariana se despidió en susurros de su
amiga y colgó con una sonrisa equivalente a la del gato de Cheshire.
Lou se levantó de escritorio de golpe,
fue a la oficina de Eva y le pidió que la dejara ausentarse por un par de días,
ella le dio permiso sin hacer demasiadas preguntas, pero en cuanto la escucho
decir que era una emergencia le dijo que se fuera. Mourinho no podía decir
nada, Lou hacía bien su trabajo y rara vez se ausentaba.
En un par de horas la castaña estaba en
un avión y tras un viaje rápido fue directamente en taxi hasta la casa de
Mariana, ella abrió la puerta despreocupadamente, en cuanto vio a su amiga se
quedó helada, cayendo en la cuenta de lo que en verdad había hecho. Richy se
revolvió en sus brazos, se apartó de la puerta y permitió a su amiga entrar en
sus casa con la maleta tras de sí.
-¿Qué tal el vuelo?
-Horrible ¿Está en el hospital? –
preguntó a su amiga. Mariana le indico con un gesto de cabeza en dirección a la
escalera. – Pensaba quedarme en un hotel.
-No importa, eres como familia, hasta
Kaká lo reconoce. – dijo Mariana poniendo los ojos blanco.
-¿Qué reconozco? – preguntó Kaká
mientras bajaba las escaleras con Luca en sus brazos. El pequeño dormía
recargando la cabeza en el hombro de su padre. La imagen de Gonzalo con sus
hijos siempre le daba ternura. – Ah, hola Lou. – la saludó sonriente. - ¿todo
bien? – Lou asintió y Mariana intervino.
-Bien, deja tus cosas arriba. ¿Quieres
comer algo? Seguro que tienes hambre después del vuelo y el camino de ida…uff,
va a ser largo, ¿no quieres descansar?
-No, estoy bien, primero prefiero ir ya.
Kaká le lanzó a su mujer una mirada
inquisitiva, Mariana miró a su amiga abriendo y cerrando la boca como un pez.
-¿Por qué no pones tus cosas en la
habitación y vamos mañana?
Lou no dijo más, subió las escaleras
prácticamente corriendo y se quedó allí el resto del día. Solamente al día
siguiente la chica salio de su habitación para apresurar a su amiga mientras
Kaká miraba apremiante a Mariana. Ella pusó a Richy en un portabebés al igual
que hizo Kaká con Luca.
-Si se molesta, no digas que no te lo
dije. – le dijo Kaká. Ambos salieron de la casa y pusieron a ambos niños en el
auto. – No llegues tarde. La carriola está en la cajuela, no olvides…
-…bajar la palanca. Cariño, lo sé. He
sacado esa carriola suficientes veces en los últimos ocho meses. – Mariana le dio
un beso corto en los labios a su esposo antes de que Lou saliera de la casa y
se subiera al auto.
En el camino al aeropuerto las dos
amigas iban en silencio, un silencio que Mariana rompió poniendo play al reproductor de cds del auto.
…
Mariana y Lou bajaron del taxi, cada
una llevaba a uno de los gemelos en los brazos. Mientras la madre de los niños
se preocupaba por coger a Luca de los brazos de su amiga, ésta ni siquiera la
miraba mientras caminaba hacia la puerta de la casa del jugador.
El vuelo hasta Nápoles había sido corto
pero aburrido, al menos para la joven madre. Lou había pasado todo el tiempo
mirando por la ventanilla y con los audífonos puestos, por lo que Mariana había
tenido que conformarse con el asiento de en medio, y había soportado el
aburrido paisaje que el pasillo le ofrecía, además que Richy decidió que
necesitaba un cambio de pañal a mitad del camino.
Para cuando aterrizaron, Mariana tuvo
que rogarle a su amiga para ir a un hotel antes de cualquier otra cosa, la
castaña accedió a regañadientes y después de ayudar a Mariana a poner a los
niños a dormir se fue en camino a casa de Gonzalo, aunque claro, Lou siendo
Lou, decidió esperar un par de horas con su amiga para no tener que irse sola.
De no haber sido por aquella decisión,
Mariana no habría tenido tiempo de llamar a la casa de Gonzalo y hablar con la
mujer que hacía las veces de ama de llaves y cocinera. Bajo la instrucción de
poner al jugador en algún lugar cómodo donde luciera algo atontado, la mujer
había llevado a su jefe a la sala de televisión en la planta alta, alegando que
el partido que jugaría al día siguiente era muy importante.
Para cuando Lou se detuvo frente a la
puerta, Mariana ya se había hecho una idea en la mente de cómo sucederían las
cosas. Seguramente ella y la mujer del aseo – cuyo nombre nunca lograba
recordar – se quedarían detrás de la puerta mientras que su amiga y el
delantero hablaban, probablemente, si Gonzalo era cómo Lou se lo ponía a sus
amigas, él le haría burla de manera coqueta y ella cómo era un poco torpe no
tendría manera de contestarle. Si las cosas iban bien, ella saldría de allí
abrazando a Gonzalo tras haber admitido que aún lo amaba. Si las cosas iban
mal, saldría molesta y no le dirigiría palabra a nadie.
Mariana estaba casi segura que todo
saldría bien, después de todo, se había pasado los últimos meses pensando en
llevar a cabo aquel plan.
Cuando la puerta se abrió y la mujer de
cabello oscuro apareció frente a las dos amigas, Lou se veía pálida, Mariana le
puso la mano en el hombro como indicándole que todo estaba bien.
-¿Está aquí Gonzalo? – preguntó
preocupada.
-Sí, está arriba. Descansando. Han sido
un par de días… - la mujer miró con expresión cansada a Mariana, quién sufría
de unos nervios enormes. – muy largos.
-¿Cree que podamos verlo? – preguntó
Lou, de momento Mariana no hablaba y no parecía querer hacerlo.
La mujer asintió y abrió la puerta otro
poco, dejando que las dos amigas entraran a la casa. Mari cogió a Luca de los
brazos de su amiga y se sentó en uno de los sofás en recibidor. Lou subió las
escaleras tal y como la mujer le indico.
Cuando caminaba sola hasta la planta
alta, la castaña se detuvo un momento, tal vez hubiera sido mejor que se lo
pensara antes de haber ido, ¿por qué había hecho el viaje sin más? ¡Qué estaba
pensando! …Y además tenía puesto un vestido de color azul oscuro que la hacía
lucir pálida, mirando su ropa un momento, la chica se alisó la falda y pasó
nerviosamente una mano por su cabello suelto, las ondas naturales protestando
al movimiento descuidado de sus dedos.
Un par de pasos más y Lou se encontró
con Gonzalo dándole la espalda, tenía un pie sobre la mesita del café y miraba
un episodio de “The Walking Dead” que
ella no recordaba haber visto.
Suspiró y caminó hasta donde estaba, él
no notó que ella estaba allí hasta que apareció un comercial en la pantalla. Al
verla, apagó el televisor y se puso de pie tan rápido que casi se cae.
Ambos se miraron confundidos, la
nutrióloga miraba al hombre de arriba abajo, buscando un yeso, una venda, algún
rasguño a la vista o cualquier cosa, pero él se veía en perfecto estado. Por un
momento Lou no pudo pensar más que en como Mariana había sido la única que
sabía del asunto, había sido demasiado torpe y había creído una noticia que de
haber sido cierta tendría que haber estado en un periódico local a lo menos.
Por su parte, Gonzalo miró a la chica
que tenía en frente, estaba pálida y lo observaba con mirada incrédula. Bajo
sus ojos se formaban líneas de un color azul oscuro y allí estaba el único
color visible en su piel.
-Lou… ¿Qué te trae por aquí? Pensé que
trabajabas en Inglaterra.
-Hola, sí, es que yo… Pensé que…estabas
enfermo y decidí venir a…animarte. – dijo ella.
Gonzalo abrió la boca pero decidió
callarse, de seguro que si le decía que ella lucía más enferma que él, la chica
se enojaría como – naturalmente – lo haría cualquier mujer.
-Pero estoy muy bien. – dijo Gonzalo
sonriendo. - ¿Por qué crees que estoy enfermo? ¿Me veo enfermo?
-¡No! No, no… - la chica negó con la
cabeza un par de veces, - para nada, es que Mariana me mintió. Seguramente
quería que viniera a verte, pero…ahora que sé que estas bien y que no chocaste
y no estuviste en el hospital creo que no debí viajar hasta acá para esto.
-De acuerdo, ven acá. – Gonzalo abrió
los brazos para abrazar a la chica, pero ella hizo un gesto negativo con la
mano y dio un pequeño paso hacia atrás. – No, ven. Conozco esa expresión, - la
chica miraba hacia el techo mientras se abrazaba la cintura con un brazo. – sé
que quieres llorar. Anda, te dejare maldecir a tu mejor amiga y guardare el
secreto.
A regañadientes, Lou aceptó abrazar al
argentino sin tener en cuenta que aunque Gonzalo no le dijera a su amiga, ella
estaba bastante consciente de lo que ella decía aunque poco le importaba
cuantas malas palabras acompañaran a su nombre, su amiga estaba abrazada de
Gonzalo y difícilmente las cosas podían salir mal. Al menos si Gonzalo guardaba
silencio, cosa que en realidad no pasó.
Mientras Mariana escuchaba desde las
escaleras a su amiga hablando con su ex, Gonzalo decidió hacer enojar a la
nutrióloga, sólo cuarenta minutos después de que ella llegará a su casa, lo
había logrado.
-Bueno entonces viniste hasta acá por
mí, ¿no? – preguntó a la chica. Lou asintió, ante la sensación de impotencia
por no poder pensar en otro motivo por el cual estar en Nápoles, aunque uno de
los restaurantes estaba allí y era, en efecto, una muy buena excusa. - ¿Te preocupaste por mí? – el delantero
volvió a preguntar, ésta vez utilizando un tono más alegre. – Bueno, yo creo
que tú todavía me quieres.
La chica levantó una ceja, sin dejarse
impresionar, después de todo, conocía el modo de entenderse con aquel hombre,
generalmente era agradable, pero mientras había tenido que negar su agrado por
él, se había convertido en un hombre casi insoportable, y lo peor era que hasta
ella tenía que admitir que tal vez tuviera razón y él le gustaba más de lo que
ella pensaba. Lou se soltó de su ex y le lanzó una mirada incrédula.
-¡Hombre, eres un genio! – le dijo,
dándole unos golpecitos en el hombro. – ¿En serio crees que puedo pasar de ser
tu novia a ser una completa desconocida? Ni siquiera he logrado eso con Lukas…
- Gonzalo se le quedó viendo inexpresivo.
-¿Volviste a hablar con él? – la chica
asintió y ambos se sentaron en el sofá donde él había estado mirando televisión
antes de que la castaña llegara.
-Le tuve que devolver a Pongo. – Lou
encogió los hombros. - ¿Qué podía hacer? No es mi perro.
-No pensé que te gustaran tanto los
perros. – Gonzalo miró hacia el suelo, no quería mostrarse celoso, de igual
manera, hacía mucho que a él le había quedado claro que aquella chica
difícilmente saldría con otro hombre, en especial después de lo que había
pasado con el alemán. - ¿Y ahora? – le preguntó.
-Me llamó la semana pasada. Soy la
niñera oficial de Pavlov. – Gonzalo sonrió. – Con lo mala que soy para hacer
conversación con los niños y parece que todo mundo me quiere de niñera.
-Luca y Richy te han cogido confianza,
¿no? Tal vez tú no lo creas, pero tienes algo con los niños. – el jugador le
lanzó un cojín a la cara.
-¡Hey! – la nutrióloga atrapó el cojín
en el aire y lo puso sobre su regazo. – Hablando de niños.
Mariana se apareció por detrás del sofá
con los gemelos en brazos. Se veía sonriente cuando se sentó al lado de su
amiga y puso a Richy en el regazo de la nutrióloga, quién con cuidado lo abrazó
para que quedara sentado mirando hacia el frente.
-Bien, ¿y de qué hablan? – Mariana paso
la mirada del jugador a su amiga.
-Pues… justo ahora iba a invitarlas a
cenar. Ya va siendo hora de que salgan de su restaurante y vallan a otro lado.
-Ay, pero los niños se ponen difíciles
cuando hay mucha gente alrededor, - Mariana miro a Richy jugando con los
anillos en los dedos de su amiga – mejor vallan ustedes, yo los veo mañana.
¿Qué tal?
Después de despedirse Mariana se fue
directo al hotel, desde allí la chef hiso un par de llamadas, la primera a su
esposo, al día siguiente él jugaría un partido contra Parma. Mientras utilizaba
el manos libres para bañar a Luca y hablar con Kaká al mismo tiempo, Richy
dormía en uno de los portabebés sobre la tapa del baño.
Para cuando estaba metiéndose a la cama
Lou entró en la habitación con una pequeña sonrisa en el rostro. Mariana
imaginó que su plan había funcionado así que se sentó en la cama y miró a su
amiga mientras ésta cogía su pijama y se cambiaba.
-¿Entonces? – Mariana le preguntó a su
amiga en voz baja. Los gemelos dormían tranquilamente en sus portabebés. Lou
miró a su amiga con las cejas alzadas. - ¿Cómo te fue?
-Bien, comimos comida china. De verdad
buena. – la chica se puso los pantalones del pijamas y miró a su amiga por un
momento. – debería haber aprendido a hablar chino mandarín.
Mariana suspiró, aquella no era la información
que ella esperaba obtener de su amiga, más bien quería saber si Gonzalo había
hecho algún avance.
-Nunca es tarde… - le dijo Mariana,
volviendo a insistir. – y ¿qué hablaste con Gonzalo?
-Hablamos del trabajo, dice que tal vez
estará en un promocional de Gillette. Algo así le entendí. – Mariana asintió y
Lou pudo ver en sus ojos que estaba curiosa pero no quería parecer entrometida.
– le prometí que iría a su partido contra Inglaterra la semana que entra.
-¿Es una especie de cita? – dijo Mariana
con un asomo de sonrisa en el rostro.
-Sí, Mari. – Lou se metió en su cama al
lado de la de Mariana.
-¿Y lo de hoy?
-También. - Mariana se acostó de nuevo
y se volteó sonriendo, Kaká no tendría que decirle ningún “te lo dije”, las
cosas habían salido bien. – Y Mariana, gracias por meterte.
-Si no lo hago yo, ¿quién? – dichas
aquellas palabras Lou se rio un poco y apagó la luz en la mesita de noche.
…
-¡Hace tanto que no te veía jugar así!
– dijo la castaña. Sergio sonrió y paso un brazo los hombros de su amiga, Lou,
ese día llevaba puesto su uniforme del equipo técnico. – Bueno, ya ve a
ducharte papá. – Sergio sonrió y le revolvió el cabello.
-Ya pensaba que te habías olvidado. –
dijo antes de irse.
En los últimos meses, la cosa entre él
y su novia se había puesto muy sería. Vivían juntos y hacía una semana habían
anunciado felizmente que serían padres. A nadie le sorprendía el entusiasmo con
el que la pareja hablaba de su futuro juntos, no era secreto para nadie que
Sergio era un hombre de familia.
Mientras que el mundial de Holanda se
avecinaba, los jugadores de España estaban comenzando los partidos de
preparación y pronto comenzarían los partidos de clasificación.
Ceci planeaba su boda con toda la
paciencia del mundo, mientras Mariana y Kaká ya festejaban el primer año de sus
hijos. Por aquellos días el Chelsea había estado haciendo cambios en el equipo
y la mitad de los jugadores que habían formado parte del equipo cuando Lou
entró a trabajar ya no estaban, en poco tiempo ella se dio cuenta de que su
contrato no sería renovado el año siguiente y si aquello sucedía preferiría
volver a Madrid y comenzar de nuevo allí.
-¿Lou? ¿Tierra llamando a Louébelle? – bromeó Mariana. Lou la miró
con una pequeña sonrisa en el rostro.
-¿Sí?
-¿No me oíste, verdad? – Lou negó con
la cabeza, ambas estaban en Italia en ese momento, el partido había sido España
– Italia y Kaká no había estado convocado para ir a Brasil debido a una lesión
en la pierna derecha. – Te dije que podrían conseguir trabajo en alguna empresa
de esas que hace panes y así, no necesariamente en España… no eres la única que
extraña a sus amigas, ¿sabes?
-¡Ay, no te quejes! – Lou le dio un
golpecito en el hombro. – Tienes un comercial con nutella y creo que has ido a
todas las pasarelas posibles en los últimos dos años. Tú no la sufres.
-…además que si vienes a Italia podrías
estar más cerca de Gonzalo.
Lou se ruborizó pero no respondió a su
amiga, en lugar de eso se alisó la blusa y comenzó a caminar en dirección a una
salida del estadio, la gente afuera también subía a sus autos mientras ellas
caminaban por el estacionamiento. Mariana tardó unos segundos en alcanzar a su
amiga pues empujaba la carriola donde ambos niños iban tomando sus mamilas
alegremente.
-¿Me vas a decir que no es tentador?
-No te voy a decir nada. – respondió la
castaña.
Ambas caminaron hasta el auto y después
de asegurar a los niños en la parte trasera del auto se subieron, y fueron al
hotel donde el equipo se quedaba, allí Lou bajó del auto y avisó a su amiga que
seguramente se iría en la mañana de vuelta a Inglaterra. Tras una rápida
despedida y una promesa de charlar cuando la nutrióloga estuviera de vuelta en
casa, se separaron y Lou dio a cada uno de los niños un beso en la cabeza
mientras ellos dormían, arrullados por el movimiento constante del auto.
De vuelta en su habitación, Lou se dio
una ducha y se puso otro uniforme limpio que contaba de pantalones deportivos
rojos a juego con la chamarra y la camiseta negra de España. Esta vez, llevó el
cabello suelto y con las zapatillas deportivas puestas salió de su habitación
justo a tiempo para encontrarse con algunos jugadores en el pasillo,
precisamente los dos más jóvenes; Jorge Noboa y Lleó Murillo, ambos de
diecinueve años.
-Buen partido, George. – dijo la
castaña a Jorge, el centrocampista, quién jugaba en la premier league y
comúnmente era llamado “George”. El chico sonrió y le puso el brazo sobre los
hombros a su amigo y le dedicó una sonrisa de lado.
Murillo se pasó una mano por el cabello
rubio y puso los ojos en blanco, era bien conocido por todos que aquellos dos
eran tan amigos que casi podrían compararse con hermanos. Los dos habían pasado
sus primeros años jugando para el mismo equipo y más tarde se habían separado
cuando Jorge obtuvo lugar en un equipo inglés. Lleó por su parte jugaba para
Getafe.
Los tres continuaron una corta
conversación hasta el comedor, donde ya estaba casi todo el equipo esperando.
Los jugadores se reunían como siempre a comer de un lado del comedor mientras
que los técnicos se sentaban del otro lado. La castaña le dio un abrazo a un
par de jugadores y los felicitó antes de sentarse donde le correspondía.